domingo, 10 de abril de 2011

Lamento por un Niño de Uganda.

Señor, esta noche me encuentro triste.Te ofrezco esa pobre madre que hoy he encontrado.Consuela, Señor, su corazón roto y el de todas las madres que lloran sus hijos,pero especialmente el de las madres ugandesas cuyos hijos mueren de hambre. Yo no creo, Señor, que tú quisiste jamás que tus pequeños Se viesen atormentados por esa hambre.
¿Qué le ha pasado a tu hermoso mundo? Nunca estuvo en tus designios que unos pocos de los tuyos tuviesen tanta, mientras los pequeñuelos sufren hambre.
El dolor de esa madre me acosa.Caminó muchas leguas bajo el sol de los trópicos para traernos su niño. Recuerdo su delgado, consumido cuerpo y sus ojitos enfermos...Mejoró con nuestros cuidados y la tensión abandonó su rostro.
¡Que amor derramó aquella madre sobre su pequeño!
Hoy, de repente, el niño ha muerto.La malnutrición le había dejado sin resistencias.
Y, Señor, he sido testigo de un dolor sin fondo. Me he sentido incapaz y las palabras me han faltado... Ella, esa madre, es una de tus más pobres...He contemplado el Calvario encarnado en esa colonia verde fuera del hospital. De la misma manera que, ante los ojos de tu Madre, envolvieron, Señor, tu cuerpo en lienzos de lino.
Ahora tan recogido ese pequeño cuerpo y con cariño inmenso lo han envuelto en tela de corteza. Su padre, con destreza y reverencia, lo ha asegurado con unos pedazos de bambú en una bicicleta prestada. ¿No lo era también su tumba?
Yo, apretaba en simpatía silenciosa la mano de la madre. “Weebale Nnyo”:”Gracias hermana”, por tu bondad con mi pequeño, me dijo. Con dignidad emprendió sin mirar atrás la vuelta a casa.
Mi alma iba con ella, intranquila y pesarosa, pesarosa de que niños deban morir cuando tantos comen demasiado. Señor, te pido por tu mundo, este maravilloso mundo cuya abundancia deseas por todos compartida. Envía profetas que desafíen a las naciones ricas a distribuir tu pan entre las multitudes hambrientas. Destruye el hambre; danos la “Tierra Nueva”.Es fácil leer acerca de los hambrientos y mirar en la TV esos cuerpos esqueléticos,
Pero, como dijo Santiago: “¿puede la fe sin obras salvarte? No. Es una fe muerta»” Podríamos perder todo sentido si no nos introducimos en profundidad en la vida de los oprimidos.


Oración de Mónica Prendergast (MMM.), Medical Missionaries of Mary, una noche sobre una escena vivida ese día en el Hospital de la misión de Kitovu, en Uganda.



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