lunes, 30 de enero de 2012

Gn 11, 1-9. La Dispersión de la Humanidad

El fenómeno de la diferenciación de idiomas ha suscitado siempre la curiosidad de los pueblos y se trata de otra de las questiones que se buscan resolver.  Para los antiguos, esta diversidad de lenguas era un misterio, suponiendo que la humanidad tuviera un mismo origen. Por eso no tiene de particular que hayan surgido explicaciones populares más o menos legendarias, y en el ambiente hebreo, dentro de un marco religioso y en el contexto de la relación con sus poderosos vecinos, Babilonia era el centro comercial del Oriente, en el cual venían a darse cita muchas naciones y lenguas. No menos debía impresionar, máxime a los nómadas, la vista de la gran ciudad con sus murallas y torres, de las que se podía decir, mejor que de las murallas de Canaán, que llegaban al cielo. Una mayor admiración tenía que producir la construcción del zigurrat, llamado enfáticamente E-temen-an-ki (“fundamento del cielo y de la tierra”)

    Esta narración parece fuera de lugar, ya que viene después de la dispersión de las gentes “según sus regiones y lenguas.". El estilo de la narración es antropomórfico y folklórico, como el de los c.2-3. Dentro de la narración parece que hay indicios de compilación. Así se reflejan duplicados: “dos veces desciende Dios del cielo para ver la ciudad y la torre (v.5), y otra para confundir las lenguas (v.5); ... se construye una ciudad y una torre con doble finalidad: hacerse famosos y evitar la dispersión (v.4), Y hay doble operación divina: confusión de las lenguas y dispersión de los pueblos... Por estas diferencias se ha creído concluir en la existencia de dualidad de fuentes: según una, los hombres intentaban edificar una ciudad para hacerse famosos, y Dios les confunde las lenguas; por eso se llama la ciudad Babel. Según otra, quieren construir una torre para preservar a la humanidad de la dispersión; Yahvé impide continuar y dispersa la humanidad.”

    El primer versículo nos traslada a la época en que los hombres no se habían dividido según sus lenguas, regiones y naciones  A lo menos, el autor aparenta desconocer esta época. Todos unidos se encaminan hacia el Oriente, donde se desarrolla la vida primitiva de la humanidad, y el término de la peregrinación es la tierra de Senaar, es decir, la Mesopotamia meridional. El autor parece suponer que los salvados del diluvio y sus descendientes bajaron de la zona montañosa de Armenia y se dirigieron hacia la llanura regada por el Tigris y el Eufrates. Es el itinerario de los sumerios, que, procedentes de una zona montañosa, se instalaron en el sur de Mesopotamia. A la vista de la  tierra, quieren abandonar la vida nómada del pastoreo y edificar una ciudad para instalarse en plan de vida sedentaria y cultivar la tierra. Para la construcción utilizan los medios habituales en Mesopotamia, donde no hay piedra: ladrillos cocidos al fuego, y betún o brea natural como argamasa. El autor, que habla para habitantes de Palestina, les indica que los materiales de Mesopotamia no son las piedras y la argamasa de las regiones calcáreas cisjordánicas. En Babilonia, los edificios son de ladrillos o adobes, unidos con asfalto como argamasa. En los edificios suntuosos se recubrían con plaquetas coloreadas. La expresión una torre... que toque a los cielos está dentro de la visión de las inscripciones de los constructores asirios y babilónicos. Según el contexto, la torre altísima debe de ser como una llamada a la unión de todos cuando se encuentren dispersos. Pero hay también un tono marcado de arrogancia: ... nos haga famosos (v.4b).
Antropomórficamente presenta a Dios descendiendo del cielo para ver más de cerca la pretenciosa obra de los hombres (v.5), y pone en boca de la divinidad este monólogo irónico: He aquí un pueblo uno...; confundamos su lengua... (v.6). A Dios no le agrada que los hombres permanezcan unidos en esa ciudad y quiere la dispersión para repoblar la tierra en todos sus continentes, y por eso les va a confundir las lenguas, de modo que se vean obligados a tomar derroteros diferentes. La unidad de lengua es vínculo de unión, mientras que la diversidad de lengua favorece la dispersión.  En el acto de castigo de Dios hay una alusión implícita al orgullo de los constructores de la torre, y por eso, aparte de que desea favorecer la dispersión de las razas, quiere castigar dicho orgullo. Y, en efecto, al no poder entenderse por la lengua, los constructores abandonan su obra, y aquella torre, que debía ser símbolo y causa de orgullo, se convierte en “causa de deshonra y confusión." Por eso, aquella ciudad fue llamada Babel, porque allí “confundió Yahvé la lengua de la tierra toda.” (v.9). La etimología es popular, jugando con el verbo hebreo balal, que significa “mezclar, confundir.” En realidad, Babilonia (gr. Βαβυλων viene de Bâb-ilâni (puerta de los dioses), que es, a su vez, la traducción del sumerio Ka-dingir-ra-ki.

NAcho Padró

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