jueves, 2 de febrero de 2012

El Discurso escatológico de Mc 13,1-37

El pasaje recoge primeramente la admiración de los discípulos por los edificios del templo y la primera afirmación de Jesús sobre la destrucción del lugar (vv. 1-2). Sigue luego la pregunta que le formularon en relación con los acontecimientos futuros (vv. 3-4). El Señor responde a la pregunta refiriéndose a las primeras señales (vv. 5-8), las persecuciones que se producirán contra los creyentes (vv. 9-13), y el período más intenso de la tribulación (vv. 14-20). El Señor formuló advertencias sobre la manifestación del engaño de aquellos tiempos, anunciando falsos Cristos (vv. 21-23). En la enseñanza Jesús enseñó sobre su segunda venida (vv. 24-27). La enseñanza profética concluye con unas advertencias sobre el tiempo que precederá a la segunda venida (vv. 28-31), y el secreto de cuando se producirá, que está reservado al conocimiento de Dios (vv. 22-27).
A diferencia del discurso de Mt que, a a la perspectiva de la ruina de Jerusalen y del Templo, añade la del fin del mundo (Mt 24 y ss), el discurso de Mc más bien ha conservado la orientación primitiva que solamente se refiere a la ruina de Jerusalen. Muchos críticos ven en ello un pequeño Apocalipsis judío inspirado en Daniel vv 7-8, 14-20 y 24-27, completado con palabras de Jesús, vv. 5-6, 9-13, 21-23, 28-27.ç
Nada hay en estas palabras, ni en el pequeño Apocalipsis judío en que se basan, que anuncie otra cosa que la crisis mesiánica inminente y la liberación esperada del pueblo elegido, temas propios de la temática apocalíptica  que de hecho se ha producido con la ruina de Jerusalen, la resurrección de Cristo y su venida en la Iglesia.  La estructura del discurso podría ser la siguiente:
13,1‐4: Escena de apertura
A – Exhortación al discernimiento (vv. 5‐23)
a 5‐8: advertencia contra los seductores y comienzo de los dolores.
b 9‐13: perseverancia hasta el final.
a’ 14‐23: la última y mayor tribulación
B – Llegada del Hijo del hombre y reunión de los elegidos (vv. 24‐27)
A’ – Exhortación a la vigilancia (vv. 28‐37)
c 28‐32: ¿Cuándo llega el final?
d 33‐37: Llamamiento a la vigilancia.
En la escena de Mc 13, 1-8, observamos que mientras las guerras, los terremotos y las hambrunas señalarán el comienzo de “los finales” – la destrucción del Templo, de Jerusalén y del mundo – Todavía no es el
fin. Más importante que la fecha y la hora es la tentación que enfrentarán los
discípulos, es decir, los Cristos falsos, que proclamarán “Aquí estoy”. Los discípulos no deben creer en nadie que proclamen que se está iniciando el fin del mundo. Mientras no sabemos ni la fecha ni la hora del final, lo que sabemos a ciencia cierta es que los discípulos serán sujetos de persecución severa antes que ocurran los “finales”. La presencia de estos falsos Cristos ya es una referencia a la literatura apocalíptica donde aparecen falsos profetas.
Posteriormente, en Mc 13, 9-13 vemos que los discípulos deben preocuparse de sí mismo, estar alertas. La persecución es cierta, pero no servirá como barrera en la proclamación del Evangelio a todas las naciones. Esta proclamación tiene que ocurrir antes del final. Dos actitudes más deben marcar a los discípulos, especialmente durante los tiempos caracterizados por la persecución. Una actitud es tener confianza en el Espíritu Santo. La otra es la perseverancia (Mc 13, 12s).
En la próxima sección Marcos escribe “él que lea, que entienda bien” (Mc 13, 14) para advertir a sus lectores que no deben ser engañados por lo que escribe. En efecto, nos advierte que está empleando un estilo de escritura apocalíptica que  utiliza imagines y símbolos para expresarse a sí mismo. Cuando habla del “lugar donde no deben estar” (Mc 13, 19) parece que se refiere a la persecución de Antíoco Epifanes, rey de Siria, quien hizo cesar el culto del Templo de Jerusalén e incluso edificó sobre el altar de los holocaustos otro altar consagrado a Baal Samen - es la abominación o ídolo del devastador – alrededor del año 167 a.C. A la vez, se refiere a la destrucción futura del Templo y de la ciudad de Jerusalén que efectivamente ocurrió en el año 70 d.C. bajo las manos de los romanos. El ataque contra Jerusalén y Judea está previsto como un tiempo particularmente horrible para todo el mundo, pero sobre todo para los discípulos. Están animados a huir de la ciudad al encontrar las primeras señales de que una guerra está por comenzar.
Una vez más, en Mc 14-24, Jesús advierte de la posibilidad de una decepción creada por parte de los grandes taumaturgos quienes tratarán engañar a la gente diciéndoles que ellos mismos son el Mesías verdadero. Jesús recomienda un escepticismo extremo: “Ustedes, pues, estén preparados; de antemano se los he advertido todo” (Mc 13, 23). Empleando imágenes muy populares en la literatura apocalíptica, se describe el fin del mundo y la venida del Hijo del Hombre que marcará el fin de la historia. (Dn 7, 13ss en donde la soberanía, la gloria y el título de rey están conferidos sobre el Hijo del Hombre).
En  Mc 13, 24-32 encontramos a los prodigios cósmicos que sirven en el lenguaje tradicional de las profecías y como simbolismo propio de la literatura apocalíptica, para describir las intervenciones poderosas de Dios en la Historia, aquí representada por la crisis mesiánica seguida del final triunfante del pueblo de los santos y de su jefe, el Hijo del Hombre (otra carácterística propia del lenguaje apocalíptico). Por ello nada hay que obligue a aplicarlos al fin del mundo como a menudo se hace a causa del contexto que les ha dado Mt (Mt 24 y ss).  El relato de San Marco, nos hace ahora la descripción de esta “venida” del Hijo del hombre. Esta narración la describen los tres sinópticos. Esta venida será “enseguida, después de la tribulación de “aquellos días”. En efecto, una vez que se ejerce el gran castigo, la “gran tribulación,” es cuando se va a realizar esta venida o parusía del Hijo del hombre. ¿Cómo? veámoslo:
La descripción de esta venida triunfal de Cristo, la describe en este relato con los elementos siguientes: “El sol se oscurecerá.”“La luna dejará de brillar”“Las estrellas caerán del cielo.”  “Los astros se conmoverán”…. En el relato de Lucas se explica además, que sobre la tierra habrá ansiedad entre las naciones, inquietas por el estrépito del mar y de las olas” y “Los hombres enloquecerán de miedo e inquietud por lo que viene sobre la tierra”. Es Mateo se expone: “Se levantarán todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre”. Toda esta descripción cósmica con la que se describe la “venida” del Hijo del hombre, no es más que el conocido género apocalíptico. Son imágenes calcadas en los elementos proféticos, con las que se acompañan las grandes intervenciones de la justicia divina de Isaías, Jeremías, Ezequiel, etc. (Is 13:9-10; 34:4; Jer 4:23; Ez 32:7 ).  A título de modelo se transcribe el oráculo de Isaías sobre Babilonia: “Lamentaos, porque se acerca el día de Yahvé, cruel, con cólera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus luceros no darán su luz, y el sol se oscurecerá naciendo, y la luna no hará brillar su luz” (Is 13:9.10).
Como se ve, se trata sólo de metáforas, con las que se pretende describir la grandeza y transcendencia de las intervenciones divinas. No se trata, pues, de presagios señalados por la transformación de los astros, sino de fuertes imágenes para indicar que Dios entra en escena. En esa hora y con gran majestad será la “venida del Hijo del hombre.” Se describe esta venida, es decir la ”parusía”, de la siguiente manera: Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Otra vez se está en una descripción hecha a base de elementos apocalípticos. Y, por tanto, hay que interpretar el contenido y enseñanza de este pasaje en función de este género literario.
Otra de las metáforas que encontramos en Mc 13, 24-32 hace referencia a las Nubes y los Ángeles, otra simbología propia de la apocalíptica. “Las nubes” son otro de los elementos decorativos de las teofanías, y más aún en las teofanías apocalípticas, con el que se indica, generalmente, el poder extracósmico de aquel a quien acompañan. Los “ángeles” son otro de los integrantes apocalípticos. Aquí aparecen a las órdenes del Hijo del hombre; sin duda se vincula a ellos el sonido de “la gran trompeta” (Mt), que tiene por misión el congregar y convocar. Está tomado del uso judío de convocarse las asambleas o reuniones judías al sonido de la trompeta, lo mismo que para la guerra o para hacer algún anuncio (Ex 19:16; Ez 33:6ss; 1 Tes 4:16; 1 Cor 15:52). Es la orden que se da para que se congreguen todos los “elegidos.” La universalidad se acusó por congregarlos desde “los cuatro vientos” (Zac 2:10) y de “un extremo al otro del cielo”. Son imágenes tomadas del Antiguo Testamento. Esta cita pertenece a Zacarías (2:6), pero tomada posteriormente, ya que el texto original dice lo contrario: “Os dispersé por los cuatro vientos.” Debe de ser un complemento de los evangelistas o de las catequesis. Estos ángeles obedientes a las órdenes de Cristo acusan su trascendencia, ya que en el Antiguo Testamento están a las órdenes de Dios. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Estos “elegidos” están, judíos y gentiles, esparcidos por todo el mundo y han de ingresar en el Reino. Y acaso se refiere preferentemente a los judíos de la “diáspora” que estuviesen entonces en la ciudad, ya que, como en Pentecostés, “residían en Jerusalén judíos, varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo” (Hech 2:5). Sobre ellos, los ángeles del Hijo del hombre ejercerán una protección especial sobre estos “elegidos” (Sal 91:9-16). Esta sección, que es una de las que hacen más fuerza en los autores para sostener que en ella se habla de la parusía final, admite perfectamente, y dentro de una línea homogénea, una interpretación literal de la “venida” de Cristo como triunfador, y que se le “ve” en el juicio predicho por él y ejercido sobre Jerusalén, y cuya “generación,” que lo condenó, había de presenciarlo, pues no pasaría dicha generación “sin que todas estas cosas sucedan” (Mt 24:34).
Como hemos comprobado lo central, lo nuclear es el triunfo del Hijo del hombre (13,24-27). El triunfo del Hijo del hombre, identificado con Jesucristo, sobre el mal y la reunión de los elegidos marca la salvación escatológica en clave cristiana. El lenguaje de cataclismo cósmico pertenece sin lugar a dudas al repertorio apocalíptico. «El lenguaje veterotestamentario de los signos cósmicos y las referencias al Hijo del hombre y la reunificación se han mezclado conjuntamente en un nuevo contexto en el que la venida escatológica de Jesús como Hijo del hombre constituye el acontecimiento clave. Su gloriosa llegada en el eschaton será la prueba final de la victoria de Dios; su expectación sirve como fundamento para la resistencia paciente recomendada en el discurso». Es un texto que exhorta a la comunidad cristiana a la resistencia, a no desfallecer: el mal no tiene la última palabra. Tampoco han de esperar a la otra vida, el final de los sufrimientos está próximo (vv. 29‐30); aunque de «aquel día y de aquella hora nadie sabe…, sólo el Padre» (v. 32).


Nacho Padró

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