jueves, 27 de diciembre de 2012

La parábola de los dos deudores (Lc 7,41-43).



La parábola de los dos deudores se encuentra inserida dentro de un texto mayor: El escándalo en la Casa de Simón el Fariseo. Veamos parte por parte:
• Lucas 7,36-38: Tres personas totalmente diferentes se encuentran: Jesús, Simón, el fariseo, un judío practicante, y la mujer de la que decían que era pecadora. Jesús está en casa de Simón, un fariseo, que lo invitó a comer. Los fariseos eran una secta de líderes religiosos judíos que se indignaban por la asociación de Jesús con los “pecadores”.  No se nos dice la razón por la cual este Fariseo (llamado Simón en 7:40) invitó a Jesús a cenar, pero lo que continúa nos da a entender que era una investigación bajo la pretensión de hospitalidad. El v. 34 nos dice lo que los fariseos opinaban de Jesús, que se le juzgaba mal porque era amigo de los pecadores. Por todo ello, podemos deducir que no invitó a Jesús porque lo apreciara, mas bien lo invitó para ver que podía encontrar en El que pudiera ser criticado.
Las cenas a menudo se realizaban en el patio exterior, de esa manera los que pasaban cerca podían fácilmente ver la fiesta y unirse. En escena aparece la “mujer pecadora”. La mujer entra, y de esta mujer no se dice su nombre ni su origen, solo sabemos de ella que era pecadora, se coloca a los pies de Jesús, empieza a llorar, moja los pies de Jesús con las lágrimas, suelta los cabellos para secar los pies de Jesús, besa y unge los pies con perfume. Soltar los cabellos en público era un gesto de independencia. Jesús no se retrae, ni aleja a la mujer, sino que acoge su gesto. Aun siendo pecadora a esta mujer no le importó humillarse a los pies de Jesús frente a todos los que la pudieran ver demostrando un acto de entrega y sumisión total a Jesús como era limpiarle los pies y ungirlos y secarlos con sus cabellos. Esta mujer se le acercó por detrás y lo hizo como una sirvienta, cuyo oficio era lavar los pies de los invitados (1 Sam. 25, 41) y para preparar los ungüentos.
• Lucas 7,39-40: Mientras ocurría esto, Simón formaliza (en silencio) una interpretación de su significado (Lc 7:39).  Esencialmente lo que él estaba diciendo es que la tolerancia de la presencia de esta mujer por parte de Jesús y (especialmente) su contacto físico demuestra que él no es un profeta proveniente de Dios.  Un profeta sabría  que ella era una falsa pecadora y que nunca hubiese permitido ser tocado (y profanado) por este tipo de persona. Simón, si le hubiera tocado la mujer, habría dicho: “Estate en tu lugar, no te acerques mí, porque soy más santo que tú” (Isaías 65:5), y él Cristo debe decir lo mismo, supuso. Jesús estaba acogiendo a una persona que, según las costumbres de la época, no podía ser acogida, pues era pecadora. El fariseo, observándolo todo, critica a Jesús y condena a la mujer: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora”. Jesús no era quien creía la gente, no había sido capaz de saber quien era esta mujer; para él Jesús era un fraude y ahí delante mismo tenia la prueba. Mientras Simón está silenciosamente enjuiciando a la mujer y a Jesús, Jesús habla (Lc 7:40-42).  A través de esta pequeña parábola, Jesús está sutilmente a la vez comunicando que conoce la interpretación de Simón sobre este incidente (por lo tanto comprobando que por lo menos es un profeta) y que la interpretación de Simón está equivocada.  Jesús le responde usando una parábola para responder a la provocación del fariseo.
• Lucas 7,41-43: Jesús, en lugar de contestar directamente a lo que este hombre estaba pensando, lo interpela con la parábola, demostrándole con ella que conocía lo más intimo de sus pensamientos por lo que le estaba demostrando que en realidad no sólo era un profeta sino algo más. La respuesta del fariseo es por demás burlona ya que ¿como alguien inferior que le podía ensenar?, de ahí que le llame a Jesús “Maestro”. Es aquí donde encontramos la parábola de los deudores: Uno debía 500 denarios, el otro 50. Ninguno de los dos tenía con qué pagar. Ambos fueron perdonados. ¿Quién de ellos le amará más? (Lc 7:43) Respuesta del fariseo: "¡Supongo que aquel al que perdona más!". La parábola supone que los dos, tanto el fariseo como la mujer, habían recibido algún favor de Jesús. En la actitud que los dos toman ante Jesús, muestran como apreciaban el favor recibido. El fariseo muestra su amor, su gratitud, invitando a Jesús a que coma con él. La mujer muestra su amor, su gratitud, mediante las lágrimas, los besos y el perfume. Pero el sutil acercamiento no funciona, Simón no conecta los puntos (Lc 7:43a). Así que Jesús toma el acercamiento directo  (Lc 7:43b-50)
• Lucas 7,44-47: Después de recibir la respuesta del fariseo, Jesús aplica la parábola. Y estando en la casa del fariseo, invitado por él, Jesús no pierde ocasión para tomarse la libertad de hablar y actuar. Defiende a la mujer, y critica al judío practicante. Un fariseo piensa que no tiene pecado, porque observa en todo la ley. El fariseo cumplió con Jesús durante su invitación a su casa pero fue de una forma muy básica, demostrando con ello que su concepto de Jesús era realmente de desprecio y que su invitación no había sido sincera, él no consideraba a Jesús como alguien importante. A un verdadero invitado se le habría lavado los pies, se le habría saludado dándole la bienvenida, y se le había puesto aceite en su cabeza. El fariseo no lo hizo, pero esta mujer que ni siquiera estaba invitada fue mas allá, a pesar de su antecedentes, no solo lavó y limpió los pies de Jesús sino que lo hizo con sus propias lagrimas y su propio cabello no importándole que se le ensuciara y no se limitó a esto sino que incluso le besó los pies (algo que no se ve muy bien por lo provocativo que resulta en la concepción judía) y respecto al aceite no se limitó a esto sino que hizo uso de un perfume de alto valor. Jesús no está diciendo que Simón no ha pecado mucho, sino que está diciendo que Simón orgullosamente  piensa que no necesita perdón, piensa que no necesita el perdón que le ofrece.  El orgullo de Simón ha torcido ambas interpretaciones de las acciones de la mujer y su evaluación de quién es Jesús.  Por lo tanto, sus pretensiones de superioridad moral es un pecado mucho mayor al no querer ver la verdad.
• Lucas 7,48-50: Jesús declara la mujer perdonada y añade: "Tu fe te ha salvado. ¡Vete en paz!". Aquí aflora la novedad de la actitud de Jesús. El no condena, sino acoge. Y fue la fe lo que ayudó a la mujer a recomponerse y a encontrarse consigo misma y con Dios. Inmediatamente esto provoca la reacción de los presentes que estaban en esa comida. Sólo Dios puede perdonar pecados y Él estaba haciendo lo mismo, por lo que la respuesta para ellos era lógica si solo Dios perdona pecados, y Jesús tiene autoridad de perdonar pecados, entonces Jesús es Dios y por lo tanto el Mesías prometido. Lo que empezó como un evento para tratar de quitarle autoridad a Jesús se convirtió en todo lo contrario, Él la convirtió en una gran oportunidad para decirles con autoridad y demostrarles que Él era Dios. Sus actos solo reflejaban la gratitud por el regalo inmerecido que había recibido.
El arte del parabolista consiste en introducir al interlocutor en el más allá de una historia ficticia, para construir entonces un acuerdo con él. La parábola de los dos deudores utiliza entonces un juego sutil, que consiste en mantener una comunicación que corre el peligro de cortarse. El enfrentamiento directo de las dos partes es algo que hay que evitar; no es posible la comunicación directa: entonces la parábola mantiene el diálogo proponiendo el rodeo de una historia; el acuerdo sellado en el plano de la historia contada puede trasladarse al problema en litigio (Marguerat).

Nacho Padró

2 comentarios:

lucy de los ejercitos dijo...

Muy buena dicha interpretación.
Bendición

Nacho dijo...

Muchas gracias Lucy