viernes, 28 de diciembre de 2012

¿Por qué razones el Occidente latino condenó el concilio ecuménico de Nicea II (787)?



El Concilio de Nicea II se celebró del 24 de septiembre al 13 de octubre de 787 en Nicea. Fue convocado por Irene, madre del emperador Constantino VI. Los participantes más destacados de la asamblea fueron Adriano I, los legados papales: el Arcipreste romano Pedro y el Archimandrita del monasterio griego de san Saba y el patriarca de Constantinopla Tarasio. El concilio fue convocado a raíz de la controversia iconoclasta iniciada por el emperador León III el Isáurico en el 726.
En Nicea el Papa envió legados que aceptaron el compromiso. Pero no hubo representantes de la Iglesia occidental. Carlomagno denunció el resultado del Concilio, porque lo consideró una afrenta a su dignidad y a la jerarquía de la Iglesia occidental. El y sus sacerdotes de la corte produjeron Libri Carolini, una diatriba violentamenta antigriega, que calificó los resultados del Concilio de "entupidos, arrogantes, erróneos, criminales, cismáticos y desprovistos de sentido o elocuencia... un nauseabundo pozo del infierno". Los francos no solo denunciaron el Concilio - que en definitiva, fue la última reunión universal de la iglesia - sino que llamaron la atención sobre una nueva diferencia doctrinaria entre los latinos y los griegos. Fue la inserción, en el credo, de la formulación agustiniana Fililoque, que subrayaba la divinidad integral de Cristo al insistir en que el Espíritu Santo precedía del Hijo tanto como del Padre. Incorporaron a este  concepto el credo, que ahora se convirtió en material estándar y obligatorio en todas las misas celebradas en los territorios francos. El papado aconsejó enérgicamente que se insertara el Fililoque, pues sabía que la formulación no podía ser aceptada en Constantinopla. Constantino ansiaba evitar una riña, si tal cosa era posible, y si había que afrontarla, quería buscar una solución honrosa.
Había otras razones por las cuales estos obispos Francos objetaron los decretos del concilio. Su pueblo había sido recientemente convertido de la idolatría y sospechaban de cualquier cosa que pudiera parecer como un retorno a ella. Los germanos no sabían nada de las elaboradas formas Bizantinas de respeto; postraciones, besos, incienso y tales signos que los Griegos usaban constantemente para con sus emperadores, aún hacia las estatuas de los emperadores, y por tanto se aplicaban naturalmente a las santas imágenes; esto parecía a estos Francos servil, degradante, aún idólatra. Los Francos pronunciaban la palabra proskynesis (que significaba solamente reverencia y veneración) traducido adoratio y la entendían como significando que el homenaje era sólo debido a Dios. Finalmente, estaba su indignación contra la conducta política de la Emperatriz Irene, el estado de fricción que llevó a la coronación de Carlomagno en Roma y el establecimiento de un imperio rival. La sospecha de todo lo hecho por los Griegos, el disgusto por todas sus costumbres, llevó al rechazo del concilio lo que no significó que los obispos Francos y Carlomagno se alinearan con los Iconoclastas. Si rehusaron a aceptar el Concilio de Nicea, igualmente rechazaron el sínodo Iconoclasta de 754. Tenían imágenes sagradas y las conservaron: pero pensaron que los Padres de Nicea habían ido muy lejos, habían alentado lo que sería una verdadera idolatría

Nacho Padró

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