jueves, 17 de enero de 2013

Comentario psicológico de Jn 21



Las narraciones no históricas demuestran que el método histórico-crítico en la exégesis abarca una parte muy limitada de la realidad que se manifiesta lingüísticamente en la Biblia. Tales géneros narrativos contienen, sin embargo, una cantidad de ideas de gran significado para la dogmática cristiana. A pesar de ello, reciben una interpretación limitada o incluso falseada por parte del método histórico crítico, pues éste las confronta con las cuestiones de su realidad histórica que no son adecuadas para ellas; o bien, son minusvaloradas como modos de hablar, condicionados por el lenguaje de su tiempo. Tal y como afirma H. Kessler, la experiencia de la resurrección sobre los discípulos afecta a su conciencia sobre Jesús de Nazaret como auténtico Mesías autentificado por Dios y como hijo unigénito y a la que no hubieran llegado únicamente desde el Jesús histórico, pero es una expresión de deseo humano basado en la Fe y que no se puede fundar de forma científica. A pesar de ello si que se puede hacer un acercamiento a la forma de la percepción por parte de los testimonios, desde la psicología, sin que quede en peligro la confesión de fe sobre la resurrección de Jesús. Varios son los autores que han realizado, con más o menos acierto, ese acercamiento desde la psicología y se podría destacar a varios autores: C.G Jung y su psicología compleja y arquetipal, E. Drewermann y sus reglas y el pragmatismo de J. Hillman.
C.G. Jung realiza el acercamiento desde su visión de los arquetipos. En el ejemplo de Jn 21, Pedro es el protagonista de la narración, como un héroe, o más bien, antihéroe (debido a sus continuos fracasos), que tiene que pasar unas pruebas para conseguir una meta, hace un viaje exterior en busca de la pesca que supone, en realidad, un viaje interior, una transformación psicológica. Pedro y los discípulos, presentados como “pescadores” y después a Pedro como “pastor” nos indica que el tema del relato tiene algo que ver con la máscara; para C.G. Jung la máscara es el arquetipo que sintetiza la manera de relacionarnos con los demás, el rol que ocupamos.  A primera vista, los arquetipos de Jung parecería la idea más extraña, aún cuando se ha demostrado que son muy útiles para el análisis de los mitos, cuentos de hadas, literatura en general, simbolismo artístico y exposiciones religiosas. Aparentemente capturan algunas de las “unidades” básicas de nuestra propia expresión. Muchas personas han sugerido que son solamente muchos caracteres e historias del mundo real, y que solamente nos limitamos a reorganizar los detalles de las mismas. Esta postura sugiere que los arquetipos de hecho se refieren a algunas estructuras profundas de la mente humana Los adultos buscamos las conexiones entre las cosas; cómo encajan entre ellas, cómo interactúan; cómo contribuyen a un todo. Queremos que las cosas tengan sentido, que tengan un significado; en definitiva, el propósito de todo esto. Los niños desenmarañan el mundo; los adultos intentan recoger las piezas y unirlas y esto podría provocar una búsqueda inconsciente de ese sentido… aunque no lo hubiera.

En cuanto a E. Drewermann, partimos de su idea de que en lugar de "explicar" históricamente un determinado motivo mítico, debe plantearse el problema de los datos psicológicos que pueden causar la extraordinaria identidad de determinados modos de narración mítico. La reconducción de un símbolo mítico a un primitivo estadio histórico de su surgimiento no proporciona demasiado conocimiento sobre su significado propio y el sentido del símbolo en cuestión. Con ello no se resuelve nunca el problema del surgimiento de determinado motivo mítico en todos los tiempos y lugares.  Como consecuencia de ello, deben investigarse los fundamentos del lenguaje simbólico en la psique humana. En otras palabras, debe ampliarse (o sustuirse) la exégesis histórico crítica por la psicología profunda. 

Las tesis sobre una comunidad juánica carismática enfrentada a la comunidad petrina, y que sólo en el capítulo 21 integra la figura de Pedro como pastor de su Iglesia, explicaría la preponderancia del Discípulo Amado en todo el Evangelio y la contraposición de estas dos figuras al final de la obra. La presentación de estos dos “tipos eclesiales” correspondería a dos estilos en la iglesia arquetípicos ya presentes en la primera comunidad cristiana, llamadas a complementarse, a pesar de su dificultad de relación. La aparición en el capítulo 21 del Discípulo Amado, parece confirmar esta imposibilidad de una percepción “mediata” de la resurrección de Jesús. El Discípulo amado reconoce interpretando como si fuera un testimonio hermenéutico. Los intentos de explicar las apariciones desde la psicología són útiles para no volver la espalda a la complejidad de lo humano, aun sabiendo que las experiencias psicológicas, tendrán un carácter de símbolo, como dice A. Torres Queiroga. Si eso fuera así, nos encontraríamos en el Jn 21 con una comunidad juánica que reconoce el liderazgo universal de Pedro (o de la comunidad petrina), pero que a la vez defiende sus particulares tradiciones frente a las sinópticas. Por lo que hace a la reconstrucción de la elaboración de Jn 21, no se pueden desestimar sus paralelismos con Lc 5,1-11 como se hace referencia en el texto,  pero muchas de las interpretaciones se hacen desde la perspectiva del S. XX (de pescador a pastor y las connotaciones que implica cada uno de esos roles…. ¿realmente se daban esas interpretaciones en el mudo judío del S. I? es difícil de afirmar rotundamente o esa es mi apreciación, no olvidemos la complejidad de la psique humana que ya es complicada de entender hasta cuando tienes todos los elementos, no digamos cuando se trabaja con textos antiguos sin un claro contexto de interpretación. Tenemos el caso de un autor como Lüdemannn que considera las apariciones a Pedro causadas por el duelo de la muerte repentina de Jesús, agraviado por sus sentimientos de culpa. Una muerte repentina, una relación ambivalente o con sentimientos de culpa, y un grado de dependencia muy elevado con el difunto bloquean la elaboración del duelo lo que provoca una elaboración psíquica más intensa y turbulenta pudiendo provocar “visiones”. La intervención del complejo del Sí-mismo, que aparece a menudo en los casos extremos de crisis psíquica, daría a esta elaboración la dimensión religiosa. Y si a esto añadimos que este complejo personal ha sido vivido en relación con el “arquetipo de la imagen de Dios”, la experiencia resultante es completamente original 

De James Hillman y su pragmática tenemos que en la práctica arquetipal, es de primordial importancia la propia actitud hacia una imagen. Hillman dice una y otra vez que quiere salvar el fenómeno. “Adherirse a la imagen” constituye una regla de rigor. Esto significa no traducir las imágenes en significados, como si fueran alegorías o símbolos. Como él suele decir, si hay una dimensión latente en una imagen, es justamente su inagotabilidad, su profundidad. Aún los juegos más sutiles con una imagen pueden transformarla en un concepto o en un eslabón dentro de un grupo abstracto de una familia de símbolos. Lo cual nos hace volver a la misma cuestion anteriomente planteada: las posibles interpretaciones desde la interpretación simbólica pueden ser muy variadas, como variadas las pulsiones psicológicas que afectan al narrador que aunque podamos deducir, es difícil de conocer en profundidad. Cuando Hillman señala que el yo es tan solo una más de las imágenes arquetípicas, está sosteniendo que la cultura occidental, por su herencia cultural hebrea monoteísta, ha puesto demasiado énfasis en el racionalismo, al punto de haber llegado a prohibir en ciertos momentos históricos el culto de las imágenes. Sin embargo, para Hillman, la psique es ontológicamente politeísta, fragmentaria y compuesta de muchos “dioses” o imágenes. A diferencia de Jung, que distinguía entre arquetipos a priori e imágenes arquetípicas, para Hillman lo arquetípico son las imágenes fenoménicas mismas, para Jung las imágenes inconscientes no son expresión de ninguna otra cosa, son la psique profunda en su esencia. Para Hillman, como para Jung, no es nuestro yo el que produce las imágenes, sino que ellas nos anteceden y nos determinan.

Nacho Padró
 
 

No hay comentarios: