lunes, 24 de junio de 2013

Aportaciones del Cristianismo a las Nuevas Religiosidades.

• El cristianismo también puede colaborar en la estructuración de las nuevas formas de espiritualidad para que la experiencia adquirida no se pierda o esté siempre sometida a los caprichos de la subjetividad. El cristianismo dispone de experiencia acumulada a lo largo de los siglos y puede ser un referente válido para ayudar a sortear los espejismos de las psicosensaciones a quienes aspiran a consolidar su vida espiritual. Vemos con asombro como creyentes y no creyentes leen los escritos de santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz. Sus obras vuelven a estar en las librerías, y no solo en las especializadas en temas religiosos. • En su vertiente más crítica, el cristianismo ayuda a denunciar la mercantilización de la espiritualidad, tal como hicieron los apóstoles con el caso de Simón el Mago (Hch 8, 9–19) y la superficialidad, el desarraigo, el olvido de la propia tradición frente a un interés exagerado por cualquier exotismo o la seducción de los elementos mágicos y esotéricos que están muy presente en las nuevas formas de espiritualidad en las denominadas "comunidades emocionales" (Weber, Hervieu-Léger). Una recepción positiva de esta sensibilidad dentro de la fe cristiana aporta como piedra de toque la asunción del "Dios de los pobres" y “de los necesitados”. • Desde esta estética religiosa de lo sublime, siempre impresentable y escandalosa, se introduce un elemento que cercena toda posible evasión hacia el esteticismo del goce presentista y privatista como nos enseña Mardones y que se refleja en algunas de las expresiones de la nueva religiosidad. • La revelación de Dios, como la creación, es también una categoría fundamental de las religiones bíblicas, no sólo del cristianismo, sino antes del judaísmo y también posteriormente del Islam. La creación supone la salida de Dios de sí mismo y la aparición del otro de Dios, a saber, el mundo. Dios crea, pero no sólo crea, sino que se manifiesta intermitentemente en la historia, se da a conocer a los hombres para liberarlos, para salvarlos de la esclavitud. Es Dios el protagonista de la historia y de la salvación y no el hombre, porque el hombre solo no puede nada. Y esta aportación es imprescindible en una religiosidad que busca apartarse del misterio trascendente para dar apostar en el laicismo en esas experiencias revelatorias, como también nos indica Francesc Torralba. • Una clara aportación es el concepto de encarnación en el cristianismo y que no está tratado en las religiones y que aporta una dimensión enorme a la antropologia. La encarnación de Dios significa muchas cosas. En primer lugar, que Dios se compromete firmemente con la historia de los hombres y vela por su salvación. En segundo lugar, muestra un Dios que tiene sentimiento amoroso hacia su creación, un Dios que tiene humanidad y que no es ajeno al sufrimiento del hombre caído. La encarnación supone, por otra parte, que el cristianismo no es una religión mística o espiritualista, aunque tiene elementos de mística y de espiritualismo, sino que es una religión histórica y concreta que tiene un mensaje liberador para todos los hombres de la historia y no de forma exclusivista. • La gratuidad como clave de la ética cristiana y aportación a las otras religiones. Dios salva al hombre por amor, sin ninguna necesidad intrínseca. La naturaleza de Dios es el amor (1Jn 4, 8), y el amor, como dice muy bien J. L. Marion (Prolegómenos a la Caridad), no se rige por la lógica del cálculo o del mercado, sino que el amor está más allá de toda lógica humana, de toda forma de fariseísmo. Dios crea gratuitamente, se revela gratuitamente y se encarna gratuitamente, y lo hace por amor, porque Dios es el amor más grande. • Desde el cristianismo se remarca un concepto también poco profundizado: la historia de los hombres, pero no como la ejecución de un destino ciego, ni abocada al fracaso ya la desaparición, sino que tiene un horizonte, y este horizonte requiere trabajo y esfuerzo y aporta esperanza. Ante las tentaciones apocalípticas del presente, el cristianismo deberá ser contrapunto y hacer valer la virtud de la esperanza y la confianza en el hombre y en sus posibilidades de triunfar en el desastre que se pueda anunciar. Nacho Padró

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