martes, 25 de junio de 2013

COMPARACION DE LOS FUNDAMENTALISMO CON LOS NEOMISTICISMOS


Empecemos por el neomisticismo que no es sino una reacción compleja frente a las ideas y valores dominantes de la cultura occidental y una respuesta al posmodernismo imperante. La pérdida generalizada de confianza en los antiguos fundamentos de la vida personal y social, como fruto de la descristianización ha ido acompañada por un retorno inesperado a la religiosidad cósmica, a los rituales y a las creencias antiguamente suplantadas por el cristianismo.

Su idea fundamental sería que “Dios”, como entidad superior, se encuentra en el fondo de nuestro interior: somos dioses y debemos descubrir el poder ilimitado que hay dentro de nosotros. Para la nueva mística, la perfección significa alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas.

Por el contra, por fundamentalismo religioso en el mundo contemporáneo, nos referimos a una serie de movimientos, que comparten ciertos rasgos comunes y que se caracterizan por una combinación de elementos unidos por unas bases comunes. Uno de esos elementos es la invocación de un retorno a los textos sagrados, leídos de forma literal con una pretensión de hacer derivar su autoridad porque, según se afirma, derivan de Dios o en la creencia de que en ellos puede hallarse el modelo para la constitución de un Estado perfecto en el mundo actual junto con una moral que, en el fondo muestra una aspiración sobre todo a una cosa: al poder e influencia en lo social y político al aplicar esas doctrinas. Las corrientes socio-psicológicas de nuestros días se basan en la Ilustración del siglo XVIII y el modernismo del siglo XIX y XX por las cuales,
el individuo tiene dos opciones para hacer frente a esta crisis existencialista: puede dejar correr las cosas o buscar una solución extrema, por un lado en la criminalidad, por el otro en el fundamentalismo político - religioso.

El fundamentalismo ha contribuido al resurgir religioso, pero éste no ha afectado a las iglesias establecidas, sino que ha guiado a los buscadores de nuevas experiencias espirituales hacia movimientos religiosos al margen de las establecidas. Las iglesias fomentan el ecumenismo y el pluralismo, pero parece que no ofrecen soluciones para evitar la crisis y resolver conflictos y ese es el caldo de cultivo en el que beben los fundamentalismos.

De ahí, autores como Mardones consideran que no es extraño que nos encontremos con una pluralidad de tradicionalismos y fundamentalismos nostálgicos de otros tiempos cuando la religión gozaba de una centralidad que la modernidad y la secularización liquidaron. Es en esta añoranza de los tiempos pasados y la búsqueda de nuevos valores frente a unos que no satisfacen las exigencias de la modernidad donde podemos encontrar el enlace entre fundamentalismos y neomisticismos
Por eso aparece un rebrote de fundamentalismo, ortodoxo o radicalizado, que si por una parte es visto con preocupación incluso por los mismos jerarcas de la religión organizada. Pues frente a ese “renacimiento” la religión organizada va perdiendo el monopolio del sentimiento religioso, que cobra vida fuera de los templos: “New-Age”; neomisticismo; neoesoterismo; “cristiandad irreligiosa” (Bonhöffer); “el significado secular del Evangelio” (van Buren), la “teología del diálogo” (Buber), “el Dios sobre Dios” (Tillich), “la muerte de Dios” (Altizer, Hamilton, etc).
El antimodernismo radical, producido por el rechazo del ideal del racionalismo ilustrado, cientificista y positivista, que confluía en el gran proyecto moderno, ha conducido a la época hacia una crisis de las “narrativas maestras”, en palabras de J. F. Lyotard, programas racionales «que cantaban las esperanzas y la fe en la liberación de la humanidad». Esto ha conllevado a un radical desprestigio de los proyectos utópicos durante la posmodernidad que ve cumplida sus ideales, por un lado, en la imposición de proyectos socioculturales marcados por los fundamentalismos político-religiosos, y, de otro lado, por proyectos globalizantes, también marcadamente ideológicos y fuera del contexto de las religiones establecidas (los neomisticismos).Y en esta crítica a las religiones históricas, autores como Torralba consideran que se produce una identificación simplista entre las religiones bíblicas y el fundamentalismo.
 El fundamentalismo como tal sería una patología de la religión, pero no puede ser identificado con el fenómeno religioso. Por el contrario, frente a las particularidades históricas y culturales de cada religión, frente a las identidades espirituales, la New Age proclama la unidad espiritual, la unidad religiosa del mundo, la disipación de las diferencias y la superación de los provincianismos espirituales en nuevos aspectos espirituales. Estos movimientos contraculturales del posmodernismo son caldo de cultivo para la búsqueda de nuevas soluciones captadas en el espacio occidental. Así aparece en escena un neomisticismo traído de la mano de la filosofía y la espiritualidad orientales. La Nueva Era asimila la cosmovisión oriental, pero traduciéndola a su propio contexto sociocultural. Nueva religiosidad en que se mezclan sugestión, magia, sacro cuidado de la naturaleza, búsqueda de lo novedoso y anómalo, e incluso hasta auténticas inquietudes religiosas, en definidas cuentas, un movimiento recorrido «por un utopismo pararreligioso de armonía y solidaridad mundial con los hombres y con la naturaleza».
Nacho Padró


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