lunes, 24 de junio de 2013

¿Nos encontramos ante un retorno de la religión?

Desde finales del siglo XX, el panorama religioso ha cambiado drásticamente a causa de las nuevas ideas de la modernidad. Las ideas de la sospecha y de la duda han irrumpido como un elefante en una cristalería provocando nuevos planteamientos y consideraciones. La religión vuelve a hacerse visible en la vida de los colectivos, los individuos y la cultura. Tal vez se trata solo de la pervivencia de lo sagrado, que nunca ha desaparecido del todo porque forma parte de la condición humana; o bien se ha invertido la tendencia y la religión resurge con la crisis de la modernidad y de este hecho lo hemos podido ver a lo largo de la historia en la pervivencia de las tradiciones familiares en China que se han adaptado a la llegada del Confucianismo, Budismo y Comunismo, o a la pervivencia de las tradiciones minimalistas en África que se han fundido con el Islam y el Cristianismo, etc. Ya Greeley nos recuerda que el ser humano, como ser trascendente que es, tienen necesidad de la fe, la comunidad, el mito y una ética que lo empuja hacia la experimentación de lo sagrado y a sentir las diferentes dimensiones de sus fases vitales. Si bien eso parece invariable, más mutable serán las modalidades de los ritos y las diferentes direcciones o impulsos hacia los que se dirigirá esa necesidad trascendente. En los últimos años, la sociedad occidental se ha venido definida por las características de la modernidad que han afectado, entre otras facetas, a la religiosa (baste recordar que hace ya tiempo se habla que estamos viviendo no una crisis económica, sino en el fondo una crisis de valores que nos conduce a la primera). Entre las principales características que más afectan a la religión se encuentra la secularización, que parece que busca apartar el ámbito religiosos de la comunidad al ámbito privado, al chocar con los ideales y concepciones “modernas”. Dicho en palabras de Gellner : “...en la sociedad científico-industrial, la fe y la observancia religiosa disminuyen...las doctrinas de la religión están en conflicto con las de la ciencia, las cuales, a su vez, están dotadas de un prestigio enorme... En consecuencia, la fe religiosa decae. Su prestigio disminuye a medida que aumenta el de su rival [la ciencia]... La erosión de la vida comunitaria se refleja, pues, en la pérdida de la fe y de la atracción por el ritual “(Gellner, 1994). El avance de las ciencias (astronomía, fisiología, medicina, física...) ha provocado un destronamiento de Dios como centro de la persona y la sociedad que como afirmaba Laplace puede usar su día a día sin necesidad de la hipótesis divina. Pero esta reacción social parece chocar con la personal o interior, con esa necesidad que ya se ha comentado del trascendente que hace que la gente busque respuestas ante las nuevas perspectivas y situaciones como la reacción ante el Holocausto, 11-S, el 11-M o los nuevos retos éticos de la biotecnología, que obligan a la persona a “re-buscar” dentro de lo conocido o de otras opciones, esas respuestas al vacío que provoca la “muerte de Dios” según los cánones de la modernidad (recordemos aquí la famosa fase de Nietszche). Incluso autores como Tamayo nos hablaran de una “Revancha Divina” ante un retorno inesperado de una actitud, la religiosa, que caso se daba por anulada o reducida al ámbito privado, o bien en expresión de Vicente Verdú, se puede hablar del “éxito de Dios”, como también refleja Frederic Lenoir Aparecen de esta manera desde formas sincréticas nuevas, retornos a los orígenes de las religiones establecidas, el despertar de la mística, nuevas formas de religiosidad, vueltas a las tradiciones más primitivas como los rituales afroamericanos tanto en zonas rurales como urbanos, el sincretismo entre catolicismo y tradiciones indígenas en algunas regiones de México, Guatemala o Perú, la New Age, el interés por el sufismo o por la mística cristiana y el interés por las comunidades primitivas cristianas. Lo que no evita la aparición de fundamentalismos, radicalismos o actitudes llamadas neocons que demuestra la implicación de la religión con la política en los nuevos tiempos y su mutua relación (Rafael Díaz-Salazar: Democracia laica y religión pública; Taurus). Todas estas reacciones parecen luchar contra ese “desencantamiento del mundo” de Weber. Es por todo lo dicho que personalmente yo veo un retorno a lo religioso, un volver a replantear aquellas preguntas íntimas que nos provocaba la trascendencia, un nuevo re-ligare con nuestra realidad como indicará Josep Otón. En el fondo una renovación espiritual o religiosa que nos sale de nuestro mismo interior, casi podríamos afirmar parafraseando a Richard Dawkins (aunque al autor, ateo convencido nos atacaría furibundamente) que llevamos en nuestro interior el gen de la religiosidad que se ha vuelto a activar. Nacho Padró

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