sábado, 14 de junio de 2014

La Tumba de Caifás

La mayor evidencia histórica de la existencia de un personaje del Nuevo Testamento salió a la luz en 1990. Se trata de la confirmación del descubrimiento, por parte de un equipo de arqueólogos israelíes, de la tumba de la familia de Caifás, el sumo sacerdote que presidía el tribunal que condenó a Jesús y que le entregó a los romanos para ser crucificado. Enterrados en una vieja cueva escondida en las faldas de Jerusalén, los huesos de la familia estaban guardados en osarios de piedra decorados y tallados con complicadas figuras ornamentales, en unos féretros ceremoniales cuyo uso estuvo muy extendido hasta finales del primer siglo cristiano llamados Gloscomo (del griego glosso y komon, que significa caja de plata). Después de 2.000 años de dudas, las inscripciones de los osarios y la edad de los huesos apuntan directamente hacia la influyente familia de este sacerdote.


Caifás, uno de los personajes más enigmáticos de la historia, ha sido descrito muchas veces como un ser malvado, ávido de poder y loco por agradar a Poncio Pilatos, el gobernador romano. El descubrimiento de sus restos fue producto, como tantos otros hallazgos en la historia de la arqueología, de un mero accidente. Mientras se construía una carretera en 1990, los obreros se toparon con una amplia zona llena de sepulturas.
"No puedo imaginar un descubrimiento más significativo sobre la historia de este periodo", asegura Bruce Chilton, profesor de religión en Annandale (Nueva York). "El tipo, de escritura, los nombres que aparecen, el método de enterramiento, su localización; todos estos datos aportarán una información crucial para comprender la era en la que vivió Jesús".
La cueva funeraria se encontraba en muy buen estado de conservación y en ella aparecieron 12 osarios de piedra caliza, según ha descrito Zvi Greenhut, arqueólogo jefe de Jerusalén. Como era costumbre en la época, los cuerpos fueron depositados en unos nichos excavados en la cueva y, una vez que la carne se descompuso, los huesos fueron guardados en los gloscomos. Uno de ellos llevaba escrito, entre intrincados decorados con forma de rosetas, este dato: "José, hijo de Caifás" (“Iehosef Bar Kafa”). José (KPH) era otro de los, nombres del sumo sacerdote judío conocido como Caifás, quien gobernó en Jerusalén entre los años 16 y 36. Dentro de este féretro estaban los huesos de un hombre de unos 60 años.

Los historiadores y académicos debaten los detalles del enfrentamiento entre Jesús y Caifás, quien, con el poder que tenía en la ciudad, hubiera podido salvar al primero de la muerte. Sin embargo, el profeta se opuso a la decisión de Caifás de dejar entrar a los vendedores de animales y a los prestamistas en el templo, con lo que el sacerdote quería conseguir un control más férreo sobre la economía de la ciudad.
La defensa de Jesús por parte de Caifás hubiera bastado, según sostienen numerosos expertos, para que la condena de Pilatos no hubiera significado forzosamente su crucifixión.
"Es seguro que a Caifás le disgustaba profundamente Jesús", explica David Flusser, profesor de religión en la Universidad Hebrea, que se ha especializado en el estudio de los primeros tiempos de la cristiandad. "Vio en Jesús un peligro para sus aliados romanos, y también para los judíos y sus leyes".

Nacho Padró
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