jueves, 17 de julio de 2014

El humor/ironía como mecanismo de trascendencia

En principio nos vamos a plantear si con el humor podemos trascender, ir más allá de nuestra materialidad y en el fondo vamos a preguntarnos si Dios tiene sentido del humor y este sentido se habría, de alguna manera, reflejado en la inspiración de los escritores bíblicos. Además si él tiene sentido del humor, nos será más fácil trascender.
Ya Benedicto XVI nos muestra el humor como una característica de Dios al considerar el humor como un componente de la alegría de la creación. Y nos habla de una percepción de que en muchas cuestiones de nuestra vida se nota que Dios también nos quiere impulsar a ser un poco más ligeros; a percibir la alegría; a descender de nuestro pedestal y a no olvidar el gusto por lo divertido. De él son los fragmentos poéticos sobre el humor:

"La alegría profunda del corazón
es también el verdadero supuesto del 'humor';
así el 'humor',
bajo cierto aspecto,
es un indicador,
un barómetro de la fe".


(Benedicto XVI)

Sobre este tema, quizás el problema ha sido que históricamente siempre se ha tratado más el sentido del humor desde la vertiente de la ironía, como un humor más inteligente, ¿más propio y digno  de la teología que un humor vulgar?, como ya vemos en Climacus que escribe: La ironía es la zona límite entre lo estético y lo ético; el humor, la zona límite entre lo ético y lo religioso”, y como no, se ha enfocado desde la perspectiva socrática, que está abierta a una concepción religiosa del hombre; esto es lo que la justifica y lo que la salva…: sin esta exigencia de conversión y esta apertura a lo divino, la ironía no sería nada más que un capricho del ingenio particularmente discutible, una demostración del poder de la razón, pero nada más, sólo un ejercicio intelectual. La consecuencia de todo esto es que únicamente el místico tiene derecho a ser irónico; para estar autorizado a mofarse de la conducta y las opiniones corrientes de los hombres es necesario creer en algo de una manera plena e intensa, que permita profundizar en las cosas para ir más allá de la superficie, tener una fe en lo que sobrepasa al hombre, trascender como aprecia J. Moreau.
Así podemos afirmar que “el hombre sin humor, aunque sea Papa, no conoce a Dios pues no hay amor sin humor y a la inversa o que el humor es un escalofrío de trascendencia.
Pero ¿qué pruebas tenemos del humor de Dios?, como siempre nos remitimos a las fuentes bíblicas y quizás la expresión más humana y de las primeras que tenemos en nuestra vida sea la de la Risa. La risa es la manifestación de alegría que se expresa con la boca y nuestros gestos. Es esa explosión de gozo, que se manifiesta en un sonido que muchas veces suele ser contagioso. Algunas teorías médicas atribuyen efectos beneficiosos para la salud y el bienestar a la risa, dado que libera endorfinas. Un estudio demostró que algunos indicadores relacionados con el estrés disminuyen durante los episodios de risa, lo que apoya la teoría de que el humor alivia el estrés. Recordemos la narración bíblica más clara sobre la risa:Entonces dijo Sara: Dios me ha dado de que reír, y todo que lo oiga, reirá conmigo (Gn 21, 6). Dios hizo reír a una mujer de 90 años, dándole un hijo en su vejez y a la vez se juega con las palabras acerca del nombre de Isaac. También Dios hizo reír a Josué cuando le dio la victoria sobre Jericó, la gran ciudad amurallada imposible de conquistar, pero que fue derrotada con una curiosa estrategia musical. Los hombres de guerra debían dar durante seis días una vuelta a la ciudad, y al séptimo día dar siete vueltas, y cuando los sacerdotes tocaran las trompetas, el pueblo gritaría a una gran voz y las murallas caería (Jos 6,1-16) Y así sucedió Dios entregó la ciudad en manos de su pueblo con vueltas, cánticos, fe y gritos. Aunque sus planes puedan parecer ilógicos, si creemos en su palabra podemos terminar riendo, como le sucede a Sara. Parece que la risa, y el humor asociado a ella, sí que se encuentran entre los dones divinos y muy estrechamente relacionados con la fe, como veremos en los casos concretos en la parte de los ejemplos bíblicos.
Recordemos que el sentido del humor es tan antiguo como la alegría, es decir, como el hombre mismo. La alegría existe en el fondo de las creencias y de las religiones del hombre civilizado. El cristianismo la ha alentado desde los primeros tiempos: "Os anuncio una gran alegría", tal es el inicio del mensaje evangélico de la Navidad y, según más de un teólogo, toda la religión es el esfuerzo por perpetuar esta profunda alegría. Tomás Moro, antes de morir (1535) decapitado por el verdugo a servicio del rey Enrique VIII de Inglaterra —hombre con un prodigioso sentido del humor—, escribió, con un humor muy británico, una oración para animar a la alegría, y tres siglos más tarde, Gilbert K. Chesterton, teólogo a ratos, jovial siempre, afirmaba que "la alegría es el gran secreto del cristiano".
Pero parece que, mientras la alegría teológica es una sublimación de la comicidad, un estado de espíritu de una pureza dedicada y profunda, la comicidad es humana, terrestre, llena de defectos agresivos: la sátira, la ironía, la parodia, el sarcasmo, sirven para alcanzar un estado de espíritu alegre, para suscitar la risa física o la sonrisa intelectual, y ello desde los tiempos más remotos. Los comediógrafos Aristófanes y Plauto, griego el primero y latino el segundo, llevan a teatro la comicidad y la manejan con una fuerza de incalculables efectos. Aristófanes, parodiando al filósofo Sócrates, no só1o consigue que ría el público ateniense, sino que ría también el propio Sócrates, pero con una risa superior, amarga y suprema: el sentido del humor aparece así, por vez primera que sepamos, en la historia del espíritu humano. Resulta evidente que las palabras humor y humorismo, nuevas a partir del siglo pasado, sirven para descubrir algo que ya existía anteriormente, aunque ahora responden a un nuevo matiz del espíritu humano, algo más elevado. La comicidad, el chiste y la alegría no fueron nunca un ejercicio espiritual, casi siempre disciplinado, como lo es el humor. No será hasta Kant en su Crítica a la Razón, que escribió casi de todo, que nos muestra una interesante valoración al afirmar que la experiencia cómica no es únicamente un proceso fisiológico o psicológico, sino que implica una determinada percepción específica de la realidad, como una variante de su experiencia estética que aportaría una percepción de la realidad muy diferente a la que aporta la Razón. Un humor que nos permite ir más allá, trascender, salir de nuestro propio Yo para verlo desde una perspectiva, me atrevería a decir que divina.El propio Berger ya comenta en su obra que el conocimiento profundo del Homo ridens, como él nos llama, y de las causas de ese humor, habría llegado a la comprensión de la naturaleza humana, constituida por una parte orgánica y partícipe de la evolución (y sujeta a toda su materialidad fisiológica) y también por aquella parte que solemos llamar espíritu, alma o mente.

Nacho Padró

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