miércoles, 29 de abril de 2015

El ateísmo en Feuerbach

Bakunin funda su defensa de la libertad humana en su concepción del materialismo, muy influida ésta por Feuerbach (1804-1872). Para este autor, la teología debía convertirse en antropología y en ciencia "filosófica", única capaz de aclarar los "misterios" teológicos y de demostrar que se trata de "creencia en fantasmas". Para Feuerbach, las entidades trascendentes no son más que supuestos de los conceptos humanos, la capacidad del hombre para pensar seres infinitos no demuestra la existencia efectiva de universales filosóficos o religiosos. El ser humano crea sus dioses a su imagen y semejanza, invirtiendo la conocida fábula judeo-cristiana, y lo hace acorde a sus necesidades, deseos y angustias. Por lo tanto, es el hombre el que crea a la deidad, y lo hace proyectando en ella algunas de sus mejores cualidades, pero el "producto" acababa volviéndose ajeno al ser humano, poseyendo "vida propia" y terminaba por dominar a su "creador". Esta dominación podía resolverse, según Feuerbach, gracias a la actuación de la propia conciencia humana (Marx y Bakunin insistirán en el plano de lo real y en lo social como camino de liberación). Es interesante la afirmación del filósofo alemán de que las religiones no deben ser simplemente criticadas, también comprendidas, ya que son producto de la intimidad y autenticidad de cada una de las culturas. Por lo tanto, para comprender la historia y el hombre, es necesario esa conversión de la teología en antropología. Es obvio que esta concepción conduce al ateísmo, pero un ateísmo que no parte de la naturaleza sino que es el resultado de una realidad histórica. El afán anarquista por acabar con la religión, algo obvio por otra parte para una completa liberación, pero algo complicado dadas las tendencias del ser humano y su complejidad existencial (yo hablaría más bien de una exhaustiva labor de sustitución, discriminación y enriquecimiento gracias a la filosofía, a la ciencia y a una ética y una razón con más horizonte), merece ser revisado estudiando a Feuerbach. Es necesaria la crítica a la religión y el estudio de su origen, tanto sicológico como histórico, pero el alemán afirma que el ateísmo resultante no consiste en la simple eliminación de religioso, sino el estado en que el hombre llega a la conciencia de su limitación y también de su poder. La limitación sería dada por la conciencia de su inmersión en la Naturaleza; el poder, por el conocimiento de ese mismo estado, por la liberación final de lo trascendente. No es extraño que Feuerbach influyera también en Stirner. El ateísmo del filósofo bávaro está lleno de idealismo ético y supone una negación de la divinidad, pero acaparando de alguna manera el contenido de las creencias. Con la asimilación del contenido "espiritual" de las creencias, y por la afirmación de la plena conciencia del poder y de la limitación del hombre, podría decirse que el pensamiento de Feuerbach acaba conviertiéndose en una especie de "culto a la humanidad". Muchos le consideran el padre del humanismo ateo contemporáneo. 
El tema de Feuerbach fue una derivación de la teología especulativa de Hegel en la que la creación sigue siendo una parte del Creador, mientras que el Creador sigue siendo superior a la Creación. Cuando el estudiante Feuerbach presentó su propia teoría al profesor Hegel , Hegel se negó a responder positivamente a ella.
En la parte I de su libro, Feuerbach ha desarrollado lo que él llama la "esencia verdadera o antropológica de la religión." Abarca sobre Dios en diversos aspectos "como un ser de la comprensión", "como un ser moral o la ley", "como el amor" y así sucesivamente. Feuerbach dice: “El hombre es igualmente un ser consciente, más que Dios, porque Dios le a puesto al hombre la capacidad de comprensión”. El hombre contempla muchas cosas y al hacerlo se convierte en conocimiento de sí mismo. Feuerbach demuestra que en todos los aspectos de Dios corresponde a algún rasgo o la necesidad de la naturaleza humana. "Si el hombre encuentra la alegría en Dios", afirma, "él debe encontrarse a sí mismo en Dios."
Así, Dios no es otra cosa que el hombre: él es, por así decirlo, la proyección exterior de la naturaleza interior del hombre. Esta proyección es considerada como una quimera por Feuerbach, que Dios y la idea de un ser superior depende del aspecto de la benevolencia. Feuerbach afirma que, "un Dios que no es benevolente, que no es justo, no es sabio, no es Dios", y continúa diciendo que las cualidades no son de repente notadas como divinas por su asociación piadosa. Las propias cualidades divinas por lo tanto hacen divino a Dios, lo que indica que el hombre es capaz de comprender y aplicar el significado de la divinidad de la religión y que la religión no hace un hombre divino.
La fuerza de esta atracción a la religión, sin embargo, es dar la divinidad a una figura semejante a Dios; explicada por Feuerbach como: Dios es un ser que actúa en todo hombre en todas sus formas. Dios, "es el principio de la salvación del hombre, de las buenas disposiciones y acciones del hombre, en consecuencia el principio propio del bien y la naturaleza humana." Hace un llamamiento al hombre a dar cualidades al ídolo de su religión, ya que sin estas cualidades una figura como Dios se convertiría en un mero objeto y su importancia se convertiría en obsoleta, no dejaría de ser una sensación la existencia de Dios. Por lo tanto, dice Feuerbach, cuando el hombre elimina todas las cualidades de Dios, "Dios ya no es nada más para él que un ser con rasgos negativos." “Dios es una parte del hombre a través de la invención de un Dios.” Igualmente, sin embargo, el hombre es rechazado por Dios, porque, "sólo Dios es el ser que actúa sobre sí mismo."
En la parte 2 se discute la esencia "falsa o teológica de la religión", es decir, el punto de vista que considera a Dios teniendo una existencia separada frente al hombre. De ahí surgen diversas creencias erróneas, como la creencia en la revelación, que él cree que no sólo lesiona el sentido moral, sino también "Envenena, y aun destruye, el sentimiento divino en el hombre, el sentido de la verdad", y la creencia en los sacramentos , como la Cena del Señor , que es para él un pedazo de materialismo religioso de los cuales "las consecuencias necesarias son la superstición y la inmoralidad."
La parte 2 llega a un punto crucial aunque aparentemente de retracción declaraciones anteriores. Feuerbach afirma que sólo la acción de Dios es, "la salvación moral y eterna del hombre: así, el hombre tine un único objetivo en si mismo" porque las acciones del hombre se sitúan en Dios. Feuerbach también se contradice al afirmar que el hombre renuncia a su personalidad y la coloca en Dios, que a su vez es un egoísta. Este egoísmo se convierte en el hombre y proyecta al hombre a ser malo y corrupto; que son "incapaces de hacer el bien", y sólo Dios es bueno, es "el ser bueno." De esta manera, Feuerbach resta valor a muchas de sus afirmaciones anteriores, al mismo tiempo que muestra la alienación que se produce en el hombre por adorar a Dios. Feuerbach afirma que la bondad es ", personificada como Dios," convirtiendo a Dios en un objeto, porque si Dios no es otra cosa que un objeto no tendría que ser personificado en él. El aspecto de los objetos antes había sido objeto de discusión; en que el hombre contempla los objetos y que los objetos son una concepción de lo que exterioriza el hombre. Por tanto, si Dios es bueno así entonces debía ser el hombre, porque Dios no es más que una exteriorización del hombre, porque Dios es un objeto. Sin embargo la religión demostraría que el hombre es inherentemente corrupto. Feuerbach intenta disminuir su inconsistencia al preguntar "¿Cómo puedo percibir la belleza de un cuadro si mi mente era estéticamente una pieza absoluta de la perversión?" A través de un razonamiento de Feuerbach, no sería posible, pero es posible, y más tarde afirma que el hombre es capaz de encontrar la belleza.
Una crítica cáustica de Feuerbach fue expuesta en 1844 por Max Stirner. En su libro Der einzige sein und Eigentum (El Ego y los suyos) atacó a Feuerbach como inconsistente en su ateísmo. La respuesta de Feuerbach y la contra-respuesta de Stirner es verdaderamente ilustrativa.

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Sus concepciones fundamentales en términos de crítica a la religión, puede ser reducidas a estas fórmulas:
La religión es la reflexión, el reflejo de la esencia humana en sí misma.Dios es para el hombre el contenido de sus sensaciones e ideas más sublimes, es su libro genérico, en el cual escribe los nombres de sus seres más queridos.
La evolución del pensamiento de Feuerbach queda reflejada en la frase siguiente:
Mi primer pensamiento fue Dios, el segundo fue la razón y el tercero y último, el hombre
Para Feuerbach el hombre ha realizado el mismo camino: primero creó a Dios y más tarde entendió que su conocimiento no era nada más que un peldaño en el propio conocimiento del hombre.
Feuerbach al considerar a Dios una creación humana niega su existencia así como la de cualquier otro dios, por lo que niega el teísmo. También negaba el idealismo, que pretende suplantar el hombre real -corporal y sensible- por el 'espíritu' y la 'razón'.
Para Feuerbach por tanto no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen, sino el hombre quien ha creado a Dios, proyectando en él su imagen idealizada. El hombre atribuye a Dios sus cualidades y refleja en él sus deseos realizados. Así, enajenándose, da origen a su divinidad. Pero, ¿por qué lo hace? El origen de esta enajenación se encuentra en el hombre mismo. Aquello que el hombre necesita y desea, pero que no puede lograr inmediatamente, es lo que proyecta en Dios. La palabra Dios tiene peso, seriedad y sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y la privación. Los dioses no han sido inventados por los gobernantes o los sacerdotes, que se valen de ellos, sino por los hombres que sufren. Dios es el eco de nuestro grito de dolor.
Feuerbach califica de giro decisivo de la historia al hecho de que el hombre reconozca abiertamente que la conciencia de Dios no es más que la conciencia de la especie. Homo homini deus est.
Cuanto más engrandece el hombre a Dios, más se empobrece a sí mismo. El hombre proyecta en un ser ideal (irreal) sus cualidades, negándoselas a sí mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se considera nada frente al Dios que ha creado.
De su crítica a la religión se desprende este concepto, tal vez el más influyente de su obra. Parte de una inversión de términos: sujeto por predicado. Dios no crea al hombre, el hombre crea a Dios proyectándose y proyectando sus mejores atributos en él. Es, entonces, simplemente un producto del hombre. Pero este producto se vuelve ajeno a su productor y lo domina. Las propiedades del hombre se enajenan en Dios, el objeto aparece con vida propia y domina al sujeto. Para Feuerbach, esta enajenación (Alineación) estaba en la conciencia humana, y un simple acto de la misma podía resolverla.
Karl Marx retoma este concepto y lo amplía en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Para él, la enajenación humana no se encuentra solamente en el plano de la conciencia, sino en el plano real. Ahora el hombre se enajena en el trabajo, y para resolver esta enajenación se necesitan acciones prácticas, una filosofía de la praxis.

lunes, 27 de abril de 2015

SÉ COMO UN MUERTO

  Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
  --Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
  El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
  --¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
  --Nada dijeron.
  --En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.
  El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
  --¿Qué te han respondido los muertos?
  --De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
  Y el maestro concluyó:
  --Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.


Ateismo

La palabra “ateo” viene del latín “atheus” y ésta a su vez del griego “atheos”: "a-" (partícula negativa: "sin") y “theos” ("dios"). O sea, en su término más básico quiere decir “sin dios”. El ateísmo básicamente es la falta de creencia en un dios, y/o la creencia de que no hay dios. El teísmo, al contrario, es la creencia de la existencia de un sólo Dios, que es conocido y que está involucrado en el mundo. La mayoría de los ateos no se consideran a sí mismos antiteístas; ellos simplemente son no teístas.
En su noción etimológica se refiere a la falta de creencia en la existencia de cualquier dios, que es la definición más aceptada en el ámbito filosófico. El término proviene del adjetivo griego αθεος (azeós), que significaba ‘sin dios’ (en cualquiera de los dos sentidos, de no creer en uno o más dioses o de no venerarlos debidamente); siendo a la partícula negativa ‘no’ o ‘sin’ y theós: ‘dios’ (literalmente Zeus). Dentro de esta definición son ateístas tanto las personas que niegan la existencia de dioses, como las que sin creer en dios alguno, no niegan su existencia. Sin embargo una noción frecuente de la palabra excluye a éstos últimos, diferenciándolos como agnósticos, y considerando ateístas sólo a quienes niegan explícitamente la existencia de todo dios. Muchos autodenominados agnósticos se niegan a reconocerse como ateístas.
Finalmente, hay un grupo de ateos que yo llamo “ateos militantes”. Afortunadamente, estos son pocos en número. Generalmente son personas insultantes en extremo y profundamente escuetos en sus comentarios con teístas, especialmente con cristianos. Me he encontrado a unos pocos de ellos y son viles, groseros y tolerantes. Su lenguaje está lleno de insultos, es profano y blasfemo. Básicamente, no se puede sostener ninguna conversación con esta clase de individuos.
Muchas personas se confiesan claramente ateas porque consideran, por ejemplo, que si realmente existiera un Dios no sólo no permitiría los males que asolan a la población sino que además evitaría que seres humanos inocentes sufrieran todo tipo de dolores, de daños y de situaciones míseras.
En ocasiones, el ateísmo se confunde con agnosticismo. Los agnósticos, sin embargo, no rechazan la posibilidad de que exista un Dios, sino que consideran que lo divino escapa de la comprensión humana y, por lo tanto, desconocen su eventual su existencia. Los ateos, en cambio, no creen en las divinidades (o, dicho de otro modo, creen en que Dios no existe).
Otra confusión habitual surge entre el ateísmo y aquellos que se oponen a toda religión. El ateísmo, en esencia, consiste en descreer de la existencia de Dios. Esto no resulta opuesto a ciertos credos o prácticas religiosas: el budismo, por ejemplo, no contempla la presencia de dioses, por lo que puede decirse que es una religión atea.
Numerosas son las figuras que, a lo largo de la Historia y hasta nuestros días, han manifestado abiertamente que son ateas. Así, por ejemplo, en España podemos destacar a cineastas como Alejandro Amenábar, pensadores como Fernando Savater, actores como Fernando Guillén o escritores ilustres como Pío Baroja.
Es difícil cuantificar el número de personas que abogan por el ateísmo. No obstante, los estudios llevados a cabo han establecido que donde hay mayor número de aquellas es en el continente europeo y en Australia, frente a Estados Unidos donde aquel es mínimo.
Entre los países europeos con mayor porcentaje de ateos se encuentran Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Francia, Reino Unido, España, República Checa o Países Bajos. Por el contrario, donde el ateísmo tiene menos presencia es en Polonia, Irlanda, Rumanía o Turquía, entre otros.

domingo, 26 de abril de 2015

EL EREMITA ASTUTO

Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego. La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.
  Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el eremita, con su tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya.
  El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.
Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:
  --Muy bien, pero que muy bien.
!Qué gran proeza!
  Y tras un breve silencio, agregó:
  --Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.
  Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:
  --¿Cuál?
  Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.


 El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser.

martes, 21 de abril de 2015

SÓLO SE NECESITA MIEDO

   Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.
  El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
  --¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
  El asceta dijo:
  --Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.
!Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
  --¿Cómo es posible -inquirió el rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
  Y el asceta repuso:
  --Sólo se necesita miedo.


Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la Búsqueda.

lunes, 20 de abril de 2015

Alfred N. Whitehead y su Dios en Proceso

La obra científica y filosófica de Whitehead ha marcado en los Estados Unidos una de las tendencias más importantes en el diálogo ciencia-religión durante todo el siglo XX, que va unida a la llamada filosofía y teología del proceso. Para Whitehead, la teología cristiana tradicional respondió a la metafísica de un ser absoluto, todopoderoso y omnisciente, fuente única de todo ser. En consecuencia, considera que esta idea de Dios debe ser sustituida por la de un Dios del proceso que dará lugar a una reinterpretación de las enseñanzas de Cristo. Y aunque la teología católica fue siempre remisa a emprender un diálogo a fondo con la teología del proceso, un mayor interés hacia ella hubiera podido enriquecer muchos contenidos de la teología católica moderna y cristiana en general

 No puede hoy abordarse el estudio de las relaciones ciencia-religión en el siglo XX, sobre todo en la cultura anglosajona, sin conocer la filosofía de la ciencia y de la religión de Alfred N. Whitehead. Su influencia ha sido enorme en la teología norteamericana, siendo el gran maestro que inspiró la llamada filosofía y teología del proceso. Su imagen del universo físico respondió a la mecánica cuántica naciente en la primer mitad del siglo XX.
El mundo procesual de la ciencia le condujo a un entendimiento de Dios cercano al platonismo y a la introducción de temas teológicos muy problemáticos, entre los que destaca el de la autolimitación divina en el mundo. La moderna teología de la kénosis (del ocultamiento e impotencia divina ante el mundo) en el siglo XX no puede rastrearse sin recoger las influyentes aportaciones de Whitehead, siempre unido a la filosofía-teología del proceso.

La filosofía del proceso nace con el pensamiento del físico y filósofo inglés, afincado pronto en la universidad americana de Harvard, Alfred North Whitehead (1861-1947). Su filosofía es ya una filosofía del proceso. Pero el nacimiento de la teología del proceso, debe conectarse con una serie de discípulos que tienen en Charles Hartshorne su figura sin duda más relevante. Se consolidó en la década de los sesenta con la escuela de Chicago y la fundación de la revista Process Studies.

Desde los años fundacionales ha sido constante la presencia de la filosofía-teología del proceso en la teología anglosajona, principalmente en América. Hoy en día sigue existiendo una corriente ortodoxa de esta filosofía-teología que enlazaría con la línea de pensamiento de sus autores básicos de referencia: A.N. Whitehead, Charles Hartshorne, John B. Cobb, David Ray Griffin y W.H. Vanstone. 

 La teología católica fue siempre remisa (al menos en Europa, aunque no tanto en América) a emprender un diálogo a fondo con la teología del proceso. Muchas de sus afirmaciones entran en colisión con principios básicos de la iglesia católica y de otras iglesias cristianas, como por ejemplo la iglesia de Inglaterra. Pensamos que un mayor interés hacia la teología del proceso, al menos su discusión, hubiera podido enriquecer muchos contenidos de la teología católica moderna y cristiana en general. 

Whitehead forma parte de un movimiento epocal claramente embarcado en la ola del vitalismo. Pero no creemos, como a veces se dice, que influyeran en él de forma significativa autores como Santayana, Spengler o Ralph Waldo Emerson. Sin embargo, estamos convencidos de la influencia que debieron de ejercer sobre él Charles Sanders Peirce, William James y, sobre todo, el filósofo francés Henri Bergson.
Este último, cuando Whitehead llegó a su maduración filosófica, tenía ya desde hacía algunos años sus grandes obras en el mercado de las ideas y su fama era internacional. Lo más probable es, pues, que lo conociera, e incluso que se inspirara en él. Nosotros, al menos sí lo creemos (y se comprueba por las frecuentes menciones de la metafísica bergsoniana).

Whitehead verá la necesidad de construir esa nueva metafísica, haciendo una revisión original del pensamiento bergsoniano, dándole más precisión, ajustándolo más a la ciencia, suprimiendo los saltos líricos, y formulándolo con una nueva terminología, menos poética, más técnica, aunque mucho más críptica y difícil. Whitehead, en lugar de “vida”, usará el concepto de organismo y su filosofía será “organicista”. En resumidas cuentas, tanto Bergson como Whitehead se mueven dentro de la misma intuición de un paradigma vitalista-procesual de fondo (frente al dualismo y al mecanicismo) que responde plenamente al sentir de su época.

Resumiendo vemos un pensamiento de las ciencias naturales asociados a la filosófia y la teología donde el hombre Moderno es consciented de la dinámica de la naturaleza y que la percibe como una evolución acumulativa que duiscurre sin culminación. Desde una visión general para todo ente, Whitehead busca una transformación de algunas teorías fundamentales del idealismo absoluto sobre una base realista (ciencia). Para él, Dios es absolutamente inmanente y trascendente que mediaria de forma dinámica (frente a Hegel), un Dios en proceso. Dios seria la ilimitada realización conceptual de la absoluta riqueza de toda posibilidad, sería la realización del mundo actual en la unidad de su naturaleza, eso si, bajo la influencia del cristianismo, Dios estaría caracterizado por el amor.

Nacho Padró.

 

domingo, 19 de abril de 2015

Una botiga en el cel

N.- Aquesta és una història en què a Déu se li va ocórrer obrir una botiga; en ella es podia comprar qualsevol necessitat o desig. La botiga, molt ben decorada i atesa per àngels de bona presència, va obrir les seves portes celestials a tothom que desitgés comprar.

Una persona (P) molt necessitada arriba aviat a aquesta botiga i es meravella davant tanta bellesa. Un àngel (A) surt a atendre’l i li pregunta:

A.- Quins són els teus desigs?
P.- Doncs mira, és que jo tinc molts problemes i res de diners…
A.- Germà…, no et preocupis, aquí cobrem amb capital emocional.
P.- I puc demanar tot allò que vulgui?
A.- Sí, tot allò que vulguis.

N.- La persona es va animar i va dir:
P.- Bé doncs, prengui nota, si us plau.

N.- L’àngel va treure el seu bloc d’apunts, la seva ploma celestial i va dir:
A.- Què vols?
P.- Doncs, veuràs: a les nits noto que em surt el cor, tinc taquicàrdia i també em fa mal el braç esquerra.
A.- Molt bé, la salut. I què més?
P.- Doncs, la meva parella…al matí no ens parlem, més aviat bramem…
A.- Bé, una parella harmoniosa. I què més?
P.- Els meus fills, adolescents, s’emborratxen… Em van agafar el cotxe, van xocar i me l’han deixat molt malament…
A.- Bé, uns fills responsables i complidors. Què més desitges?
P.- Doncs mira, la política en el meu país…, m’agradaria que se sanegessin les finances; que sortíssim de l’elevat percentatge d’atur que tenim; que la nostra economia millorés i que Europa fos més solidària.
A.- Molt bé. I què més?
P.- La veritat és que em sap greu veure tants joves amb droga, nens en la misèria i la soledat de molts avis; tot plegat, m’agradaria que això s’arreglés al meu país, a Europa, a tot el món…

N.- L’àngel li diu:
A.- Això és tot?
P.- Sí, és tot.

N.- L’àngel es retira per demanar-li la comanda i al poc temps torna portant un petit sac i li diu:
A.- Aquí hi ha tot el que m’has demanat.
N.- La persona, molt estranyada, li diu:
P.- Però…aquí hi és tot?
A.- Sí, aquí hi és tot.
P.- No ho entenc!
A.- Tu no has entès res! En aquesta botiga solament es venen llavors però no fruits. Tu les has de conrear, n’has de tenir cura i protegir-les bé! D’aquesta manera tindran solució els teus problemes.


N.- La persona, encara confosa, li va dir a l’àngel:
P.- Escolta. I Déu no podria fer un miracle extraordinari i així solucionar-ho tot de cop?
A.- Doncs fixa’t que Déu ja va fer aquest miracle.
P.- Quan? En quin moment?

A.- Quan vas néixer, Déu et va donar tot perquè tinguessis el món que desitjaves. Així que endavant: ha arribat el moment d’actuar. És el moment de triomfar!