sábado, 24 de octubre de 2015

El misterioso grabado olmeca que maravilló a Traven

B. Traven quedó impresionado cuando vio la gran roca. Era 1926 y había viajado a la selva de Chiapas (sur de México) en una expedición arqueológica. El descubrimiento fue el “más interesante de la Selva Lacandona”, según escribió en sus memorias. Se trataba del Bajorelieve olmeca de Xoc, un grabado de más de dos metros de altura elaborado sobre una gigantezca piedra 3.000 años atrás. Traven lo fotografió y fue uno de los pocos no nativos de la región que llegó a conocerlo. Durante años fue el secreto mejor guardado de la selva chiapaneca hasta que fue robado a principios de la década de 1970.
El 'Bajorrelieve olmeca de Xoc' hallado la semana pasada en París. / JAVIER ALBISU (EFE)
El grabado que maravilló al autor de El tesoro de la Sierra Madre y a otros expedicionistas fue hallado la semana pasada en París. La alerta la dio la casa de subastas Binoche et Guiquello: habían recibido una pieza prehispánica de 400 kilos cortada en cuatro trozos y la familia de un coleccionista buscaba colocarla en alguna de las pujas de la galería francesa. La descripción del objeto coincidía con la que la arqueóloga Susanna Ekholm-Miller hizo en 1968 en su libro El grabado rupestre olmeca de Xoc. Tras 40 años de búsqueda, la única evidencia de que los olmecas pisaron territorio maya estaba en Francia.
Hasta ahora los investigadores desconocen el propósito de esta pieza
Originalmente el Bajorrelieve olmeca de Xoc se encontraba tallado en una gigantesca roca cercana al pueblo chiapaneco de Ocosingo. El grabado abarcaba 2,20 metros de alto por 1,15 metros de ancho y mostraba a un hombre de la antigüedad usando una máscara de ave y garras. El hombre cargaba con el brazo izquierdo un bulto parecido al de una planta de maíz. Hasta ahora los investigadores desconocen el propósito de esta pieza y las causas que llevaron a los olmecas a labrarla allí, lejos de sus asentamientos en el Estado de Tabasco.
“Es una zona poco explorada y estos emplazamientos olmecas no son comunes, entonces habrá que interpretar por qué estaba esta pieza tan relevante en ese lugar, si era un lugar de culto, de tránsito comercial, o una avanzada de un grupo olmeca”, explica Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). La pieza es una de las más grandes que el Gobierno mexicano ha recuperado en los últimos años.
El grabado en su ubicación original, en 1968. / SUSANNA EKHOLM-MILLER
El último registro del grabado que se tiene es el que la arqueóloga Susanna Ekholm-Miller hizo en 1968. Entonces limpió la roca y fotografió a algunos campesinos chiapanecos al lado del grabado. Cuando Ekholm-Miller volvió en 1973 para continuar sus estudios el bajorrelieve había sido arrancado de la piedra caliza en la que se hallaba. “Es imposible describir el sobresalto y el enojo que sentimos cuando estando enfrente a la peña donde previamente habíamos contemplado la magnífica figura olmeca, el grabado ya no estaba allí. Había sido removido brutal y completamente”, escribió la investigadora en su libro sobre la pieza.
¿Cómo llegaron 400 kilos de vestigios prehispánicos a Francia? Los ladrones de la pieza desprendieron el grabado con una base de 30 centímetros de piedra y después lo cortaron en cuatro partes, casi iguales. La zona donde se encontraba originalmente el bajorrelieve está a 250 kilómetros de la frontera con Guatemala, por lo que la pieza pudo haber salido de México hacia Centroamérica sin que las autoridades lo notasen. De allí, posiblemente viajó en barco hacia Europa. Las autoridades desconocen por cuántas manos circuló el bajorrelieve o el precio que el mercado negro fijó por él.
En las próximas semanas, el Bajorrelieve olmeca de Xoc volverá a México. Las autoridades del INAH todavía no se deciden entre llevarlo al Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México o al Museo Regional de Chiapas, donde una copia del grabado espera a ser reemplazada por el original. “Una vez que sea repatriado se cerrará un círculo que seguramente nunca debió abrirse”, comenta Sánchez Nava. Después de la expedición de 1926, B. Traven volvió a Ocosingo en 1928 y 1930. Su fijación con el hallazgo del grabado fue tal que el escritor pidió que a su muerte sus cenizas fueran esparcidas en el Río Jatate, a 50 kilómetros de donde vio por primera vez la roca grabada que lo maravilló.
 EL País.es

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