martes, 4 de abril de 2017

Agujeros Persas en el Desierto

La civilización de Persia fue una de las más florecientes hace miles de años y además del arte nos heredaron una cultura y técnicas para mejorar las ciudades dignas de admirar.
Gran parte de sus avances se debía a su excelente gestión del agua, tanto en las ciudades como en el campo, sobre todo teniendo en cuenta que su imperio se extendía por climas semidesérticos, desérticos y áridos expuesto a la sequía y a las altas temperaturas.
Uno de sus mejores inventos, junto con los pozos de hielo, fueron los qanat, una infraestructura subterránea capaz de recoger y canalizar el agua de lluvia de los acuíferos y valles para transportarla hasta las ciudades y regadíos.
Descubriremos cómo funcionaba este curioso sistema, hoy nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La técnica de los qanats se desarrolló en Persia en el milenio I a.C, extendiéndose lentamente por su eficacia hacia otros países áridos, tales como Marruecos, Argelia, Libia, Oriente Medio y la zona oeste de Afganistán.
En primer lugar, se excavaba un pozo madre o principal en una colina, hasta encontrar un acuífero subterráneo. Luego, se construye un túnel, casi horizontal, desde el pie de la colina hasta la fuente de agua.
El túnel posee una canalización y cierta inclinación para poder transportar el agua hasta el lugar deseado. Cuanto más largo sea el qanat, menor tendría que ser su declive.
Aparte del pozo madre, otros pozos verticales serían construidos a lo largo del qanat. Estos aseguraban la ventilación del agua, control, racionamiento y vía de evacuación de la tierra generada al vaciar el túnel.
Gracias a su profundidad, el qanat recogía el agua de los acuíferos y evitaba su evaporación durante el transporte. También podían instalarse diferentes represas para retener su flujo o acumular cierto caudal.
En el interior del qanat también había zonas de reposo para los trabajadores, depósitos de agua y molinos hidráulicos durante su recorrido.
Al ser agua filtrada por la tierra, el caudal era potable y limpio, por lo que resultaba ideal tanto para consumo como para el riego.
Al final del qanat había un edificio que gestionaba el agua obtenida, donde los habitantes podían dirigirse también para hacer sus propias canalizaciones privadas.
El gobierno persa estaba obligado a construir los qanat, que transportaban el agua desde la montaña hasta la ciudad, así como sus extensiones para los baños y cisternas públicas. La gente acaudalada podía realizar una extensión hacia sus tierras con su propio dinero.
Las cisternas públicas, llamadas ab anbar eran otra maravilla de la ingeniería, ya que contaban con un sistema de captura de aire para mantener el agua fría, todo un detalle en el desierto.
Este milenario sistema de gestión del agua aún sigue en funcionamiento y permite un reparto equitativo del agua en toda la zona. No nos queda más que admirar el gran ingenio de esta poderosa civilización.

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