martes, 4 de abril de 2017

Los Jesuitas

La Compañía de Jesús se originó en 1534 bajo el impulso de su fundador, Ignacio de Loyola, y su principal colaborador, Francisco Javier, ambos canonizados en 1622.
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A la muerte de su fundador, en 1556, los jesuitas eran 1.000; en 1581, eran 5.000; y en 1615, 13.000. Este fulgurante crecimiento de la Compañía de Jesús durante su primer siglo de existencia se produjo  bajo la dirección de sólo cinco generales, sin contar a Ignacio, dos de ellos, los padresAcquaviva y Vitelleschi, la rigieron durante más de 30 años cada uno.
Al principio, los jesuitas se extendieron por Italia y la península ibérica; después, por los Países Bajos, sur de Alemania, Francia y Polonia. Precedieron a la reconquista católica de los Habsburgo en la Europa central y enviaron audaces misiones a los países protestantes e incluso a Rusia.
Atravesaron los mares y fundaron provincias en América Latina, clavaron sus cruces en los grandes imperios asiáticos, como China y Japón, y llegaron a Canadá. El poderío de la Compañía de Jesúsilumina toda la historia de la Iglesia romana durante este período, porque de hecho fueron los hombres de cultura y ciencia por excelencia, capaces de dialogar con los más humanistas de los pensadores y los científicos más revolucionarios, como Galileo.
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Las líneas de acción apostólica de los jesuitas se fijaron en 1556. En primer lugar, había que crear misiones en los países “paganos”. San Francisco Javier dio el impulso inicial a esta tarea gigantesca, que no decaería jamás.
En Europa, los jesuitas se enfrentaban a la herejía. A ella consagraron su teología, que no tardó en imponerse: en el Concilio de Trento, en el coloquio de Poissy, en las universidades de Alemania, donde relevaron a la vieja generación de adversarios de Lutero.
Los jesuitas comprendieron rápidamente que uno de los medios de oponer resistencia al creciente protestantismo era hacerse cargo de la educación de la juventud. A partir del éxito obtenido con el colegio de Mesina, en 1548, toda nueva implantación importante de la Compañía en el mundo se tradujo en la fundación de un colegio.
imageEn estos colegios, los jesuitas introdujeron una nueva pedagogía, la Ratio studiorum en 1599. Esencialmente, se basaba en el carácter progresivo de los estudios (las clases), el esfuerzo individual y la emulación (las composiciones), sin olvidar los deportes, espectáculos dramáticos, etc. Además, los jesuitas comprendieron la importancia de que las mujeres también recibieran una educación adecuada, impulsando la enseñanza para mujeres.
La gente acogió con verdadera simpatía a estos “sacerdotes reformados”, eran considerados como los continuadores del humanismo renacentista. Sin embargo, encontraron resistencia en varios sectores de la sociedad.
El clero local y las universidades pronto sintieron que los jesuitas eran una amenazante competencia hacia sus tradicionales actividades. Los gobiernos, incluso el devoto Felipe II, se mostraban inquietos ante las inmunidades que gozaba esta orden internacional y de absoluta obediencia superior sólo en Roma.
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Si alguna vez se piensa que se habla demasiado de los jesuitas, no hay que olvidar nunca su inmensa influencia, especialmente durante su primer siglo de existencia.
Se los encontraba en todos los terrenos de la renovación católica: mística, teología, acción pastoral; casi siempre fueron ellos los que inspiraron las nuevas ideas. Puede afirmarse que en el campo de la pedagogía y la moral fueron los maestros de una civilización entera. En arte, finalmente, fueron, sino los iniciadores, al menos los propagadores del estilo que respondía al catolicismo de la época: el barroco.
Fuentes: Venard, M.: Los Comienzos del Mundo Moderno, siglos XVI y XVII, El Mundo y su Historia, Argos.

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