miércoles, 24 de enero de 2018

El oscuro significado de la mirra y otros misterios sobre los Reyes Magos

Alejandro Lopez
De todos los personajes involucrados en el Nacimiento de Jesús, los Reyes Magos son la presencia más enigmática en la historia que da origen al Nuevo Testamento. Más allá del motivo de su largo viaje, su origen resulta un completo misterio. La única descripción oficial que acompaña al canon bíblico se encuentra en el evangelio de Mateo que, sin mayor detalle, da cuenta de un grupo de magos del Oriente que, luego de entrevistarse con Herodes, resolvieron llegar a Belén siguiendo una estrella para ofrecer regalos a Jesús:
«Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del Oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarle.” (...) 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. (...) 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino». 
—Mateo 2:1-12
A pesar de su aparición en el texto bíblico y la caracterización contemporánea de Melchor, Gaspar y Baltasar y sus animales de transporte que da cuenta de la Epifanía cristiana, la evidencia histórica sobre su identidad es casi nula y trae consigo más preguntas que respuestas. Estos son algunos de los misterios que envuelven a los tres personajes:

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El oscuro significado de la mirra

Oro, incienso y mirra. Tales fueron los presentes que, según Mateo, los magos entregaron a Jesús en su nacimiento. A través del contexto histórico es posible dilucidar el significado de los primeros elementos: mientras el metal precioso está relacionado con los monarcas desde la Antigüedad (y la cantidad de quien lo ostenta suele equipararse con su importancia y poderío); el incienso era utilizado por distintas culturas como fundamental de un altar, signo inequívoco de adoración y reconocimiento hacia una deidad. 
No obstante, el simbolismo del tercer elemento no está del todo claro y aún es un tema de polémica. La mirra era un material utilizado para embalsamar cadáveres y en Roma solía aplicarse como anestésico y paliativo del dolor cuando la muerte era inevitable. Si el oro y el incienso exaltaban las cualidades de Jesús de Rey y Dios, la mirra volvía a su humanidad, el plano más terrenal, como un presagio de su trágica muerte. 

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Ni reyes ni magos

La versión de Mateo es escueta, y a pesar de que nunca manifiesta de forma explícita su calidad de reyes, afirma en un par de ocasiones su condición de “magos”. Esta declaración conduce a un par de preguntas evidentes, ¿de dónde eran monarcas los Reyes Magos? Más aún: ¿por qué habrían de ser magos y al mismo tiempo adorar a Jesús, si la magia es una práctica indeseable para el cristianismo? 
Esta aparente contradicción puede estribar en el origen de la palabra “mago”, que se puede rastrear históricamente del persa y arameo (magusha-magushu), cuyo significado refería a sacerdotes practicantes del zoroastrismo. Esta acepción cambió en la Grecia Antigua, donde pasó a ser el equivalente de hombres sabios, primero provenientes de Persia y posteriormente de cualquier persona con un amplio conocimiento en la astrología, herbolaria y otros saberes considerados “ocultos”. Es altamente probable que el término “magos” en realidad cargara con un significado relativo a su sabiduría y origen persa, no a una condición de hechicería o poderes sobrenaturales.

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La identidad de Melchor, Gaspar y Baltasar

No hay duda alguna de que la identidad moderna de los Reyes Magos descansa en estos tres personajes; sin embargo, no siempre fue así. El Evangelio de Mateo no especifica nombres, ni siquiera el número de los magos que llegaron a Belén guiados por la aparición estelar, de forma que resulta imposible inferir de quiénes se trataba excepto por una pista: el número de presentes que llevaban consigo.
Algunos evangelios apócrifos (textos sobre la vida y obra de Jesús que han sido relegados de los cánones bíblicos) ahondan en la versión de Mateo y distintas tradiciones han identificado a 8 y hasta 12 magos. No obstante, a partir del número 3 se construyó un relato simbólico durante los primeros siglos de nuestra era para dar cohesión al suceso. 
En el s. V, el Papa León I estableció oficialmente el número de monarcas en 3 y un siglo más tarde apareció el primer atisbo de sus nombres actuales en un mosaico ubicado en la iglesia de San Apolinar Nuovo en Rávena, al norte de Italia. A través de la Edad Media, el número 3 habría de acompañar al simbolismo fortaleciendo la historia: desde el número de razas conocidas en aquel momento histórico (semitas, camitas y jafetitas), hasta el número de edades del hombre (niño, adulto y viejo).

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