martes, 3 de abril de 2018

La verdad sobre la sangre que se licúa todos los años

Esos días sale una procesión por las calles de la capital en la que se lleva una ampolla que dicen que contiene la sangre del santo, que según la hagiografía católica era un obispo que fue decapitado por el emperador Diocleciano (284-305) y del cual existen sospechas de su inexistencia. Con todo, lo cierto es que de la famosa sangre no se tiene ningún registro histórico anterior a 1389. Curiosamente, una época muy fértil en falsas reliquias. 

El milagro se lleva produciendo 600 años como un reloj, y los napolitanos están convencidos que si no se produce un gran desastre está a la vuelta de la esquina. Así pasó en al menos 5 ocasiones, como la plaga que asoló la ciudad en 1527 y el terremoto de 1980, donde murieron 3.000 personas. Por desgracia, existe un curioso contra-argumento a esta capacidad predictiva de la sangre: el pasado 16 de diciembre no se licuó y no ha pasado nada. 

Mejor aún fue lo que pasó en 1799, cuando el ejército francés entró en Nápoles. El clero, con capacidades proféticas, dijo que el milagro de San Genaro no se produciría. Así fue y la gente empezó a vociferar. Entonces el general francés Jean Étienne Championnet dijo a uno de sus ayudantes: "Vaya a ver al sacerdote y dígale de mi parte que si la sangre no se licua en cinco minutos hago bombardear Nápoles". Poco tardó en producirse el milagro. 
¿Es realmente sangre? No se sabe, pues la Iglesia no permite tomar una muestra. Sólo se han podido realizar análisis espectroscópicos a través de la ampolla, que determinan que ahí hay sangre. Claro que puede haber algo más. 
En el siglo XIX un ilusionista italiano llamado Giovanni Bartolomeo Bosco asombró a los napolitanos al reproducir en el teatro San Carlos la licuefacción de la sangre durante varias sesiones y de forma más impresionante. En 1991 la prestigiosa revista científica Nature publicó que la sangre de San Genaro era una mezcla tisotrópica, una mezcla que se solidifica y se licua si se agita convenientemente. El profesor de química orgánica de la Universidad de Pavia, Luigi Garlaschelli, y dos colegas de Milán reprodujeron el milagro con una mezcla de caliza, cloruro de hierro hidratado y agua salada. El norteamericano Joe Nickell hizo lo propio con aceite, cera y sangre de dragón, una resina brillante roja que se obtiene de diferentes especies de cuatro distintos géneros botánicos (Croton, Dracaena, Daemonorops y Pterocarpus) y que se usaba como barniz, medicina, incienso y tintura.
M.A. Sabadell para MUY

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